La Gran Vía de Madrid es conocida por ser un lugar de espectáculo y diversión desde hace mucho tiempo. Uno de los pioneros en traer teatro y musicales a esta emblemática calle fue el Teatro Fontalba, ubicado en el número 30. Este teatro fue encargado en 1924 al arquitecto José López Sallaberry por Francisco de Cubas, también conocido como el marqués de Fontalba.
Durante la Segunda República, el teatro cambió su nombre a Teatro Popular, pero luego de la guerra civil recuperó su denominación original. A lo largo de los años, el edificio sufrió varias remodelaciones y en 1954 perdió su sala teatral. A pesar de esto, el Teatro Fontalba fue un referente cultural en Madrid, con una capacidad para 1.400 espectadores y servicios innovadores como un salón de té y un bar.
A pesar de sus comienzos prometedores, el Teatro Fontalba no logró mantener su popularidad y, tras la muerte de su dueño en 1937, el edificio fue vendido. Lamentablemente, la joya arquitectónica y los lujosos interiores del teatro se perdieron cuando fue demolido en los años cincuenta. En su lugar, se construyó un rascacielos geométrico que albergó el Banco Coca.
El Teatro Fontalba contaba con un amplio escenario y una innovadora maquinaria escénica que incluía baterías eléctricas y reflectores para crear efectos luminosos atmosféricos. Además, las primeras filas de butacas disponían de dispositivos para sordos, lo cual era un detalle único en su época. A pesar de todos estos avances, el teatro no logró mantener su esplendor y fue finalmente demolido.
La historia del Teatro Fontalba es un recordatorio de la importancia de preservar el patrimonio arquitectónico y cultural de una ciudad. Aunque el edificio ya no existe, su legado perdura en la memoria de aquellos que tuvieron la oportunidad de disfrutar de sus espectáculos. La Gran Vía de Madrid sigue siendo un lugar de referencia para el teatro y la música, manteniendo viva la tradición de la ciudad como un centro de entretenimiento y cultura.