La historia de La Canillejas en los años 90: un barrio marcado por el tráfico de drogas y la sombra de Miami
La Canillejas, un barrio obrero con una historia marcada por el macarrismo, ha sido testigo de diversos cambios a lo largo de los años. En la zona de la Plaza de Eurípides, antiguamente dominada por calles de tierra, se podía encontrar una lagunilla donde se embalsaba el agua de un riachuelo que fluía desde la Quinta de Torre Arias y Suances. Un entrevistado anónimo recuerda: «En el Parque de los Yonquis teníamos fotos en las que nos llegaba el agua a la cintura». La Canillejas de antaño era un área de cultivo, dominada por las tierras de los Escobares, una familia de terratenientes. Cerca del metro Canillejas, se encontraba un palacete antiguo perteneciente a una hermana de los Escobares.
Durante la década de los 90, en La Canillejas surgieron recreativos que se convirtieron en puntos de encuentro para la juventud del barrio. Allí, el macarreo, el ambiente del barrio y otros asuntos se cocían entre partidas de videojuegos y porros fumados en la puerta. Además, en la época del bakalao, la gente del barrio acudía a discotecas cercanas como el KEA para bailar y consumir pastillas de éxtasis. Sin embargo, el negocio de las drogas no estaba exento de conflictos, como lo demuestra el caso de un chaval del barrio que tuvo problemas al comprar con dinero prestado.
Un personaje destacado en la historia de La Canillejas fue Álvaro López Tardón, vinculado a los Miami y actualmente preso en una cárcel de Florida, en Estados Unidos. López Tardón era admirado en el barrio por su estilo de vida lujoso, con coches y motos de alta gama. Otros personajes como el Panamá o el Banana también eran respetados en el entorno de los recreativos. La estructura de venta de drogas en el barrio era compleja y se basaba en la confianza y la jerarquía dentro de la organización.
En un barrio como La Canillejas, con una alta demanda de sustancias prohibidas, la estructura de venta de drogas solía ser piramidal, con un proveedor principal en la cúspide y diversos distribuidores que trabajaban a diferentes escalas. La demanda de drogas en el barrio era constante, y los canales de distribución seguían un patrón establecido. Durante los años 90, se vivió una subcultura delincuencial en La Canillejas, donde los mayores tenían comportamientos mafiosos que influenciaban a las generaciones más jóvenes.
En aquellos años, era común ver a los jóvenes imitar a los mayores en su forma de actuar y relacionarse. Los camuñas, personas utilizadas para obtener información o mover mercancía, eran parte de la vida cotidiana en La Canillejas. La subcultura delincuencial del barrio influía en la forma en que los jóvenes interactuaban entre sí y con los demás habitantes de la zona. La frase «Canillejas, escuela de mafia» era común entre los residentes, reflejando la influencia de la cultura criminal en la vida diaria del barrio.
En resumen, La Canillejas en los años 90 fue un barrio marcado por el tráfico de drogas, la presencia del macarrismo y la sombra de Miami. A través de sus personajes y su historia, se puede observar la complejidad de las relaciones sociales y criminales que se desarrollaban en este entorno urbano.