La Casa de Cisneros es un palacio renacentista que se encuentra en el corazón de Madrid, en la Plaza de la Villa. Fue construido en 1537 por Don Benito Jiménez de Cisneros, sobrino del Cardenal Cisneros. Este palacio es uno de los pocos ejemplos del siglo XVI que aún se conservan en la ciudad, y a lo largo de los años ha sufrido varias modificaciones para adaptarse a las necesidades de sus propietarios y al contexto histórico.
Inicialmente, la casa-palacio fue encargada a Miguel de Hita, alarife de la Villa, quien utilizó el solar de su antigua casa y otros terrenos adyacentes para su construcción. Ubicada en la Plaza de la Villa, la Casa de Cisneros se convirtió en un punto de referencia en el centro neurálgico de la Villa, junto a la Iglesia del Salvador, desde la Edad Media.
A lo largo de su historia, el palacio ha pasado por las manos de varias figuras importantes, como Bernardo de Sandoval y Rojas, Cardenal y Arzobispo de Toledo, y Pedro Laso de la Vega y Figueroa, primer conde de los Arcos. En 1909, el Ayuntamiento de Madrid adquirió la casa para ampliar las instalaciones de la Casa de la Villa y se encargó de su restauración al arquitecto municipal Luis Bellido.
La restauración de Bellido mantuvo la distribución original en torno al patio, recuperó detalles ornamentales del interior y ganó varios premios. En la actualidad, la Casa de Cisneros es el único ejemplo de palacio renacentista de la época de los Reyes Católicos en Madrid. Ha sido declarada Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural.
Tras varias reformas a lo largo de los años, la casa ahora forma parte de los Bienes de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid. En la década de 1980, se encargó otra restauración a Joaquín Roldán Pascual, arquitecto municipal, para preservar los salones y el despacho del alcalde. Actualmente, la Casa de Cisneros es una zona museística y de apoyo al Museo de Historia de Madrid, según lo previsto por las autoridades municipales.
En resumen, la Casa de Cisneros es una joya arquitectónica en Madrid que ha resistido el paso del tiempo y se ha convertido en un importante patrimonio cultural de la ciudad. Su historia, sus propietarios y las diversas restauraciones que ha experimentado a lo largo de los años la convierten en un lugar único que vale la pena visitar para apreciar la belleza y la historia que encierra.