La historia desconocida del convento de San Martín
Este lugar albergó uno de los primeros templos cristianos de Madrid y luego dejó paso al Monte de Piedad
Madrid es una ciudad con un relevante patrimonio artístico y monumental. Tan especial en el que se puede contemplar como en el que ha desaparecido. Todos aquellos palacios, conventos y puertas importantes que la piqueta se llevó por delante, o el fuego, o el deseo de sus propietarios de levantar un edificio más imponente. Uno de esos casos de espacios cambiados es el que no ocupa a pocos pasos de la Plaza Mayor. Hablamos del monasterio de San Martín, que fue el primer convento que se construyó en Madrid, en torno al siglo XI o XII. Una de las construcciones más antiguas de aquel Madrid conquistado por los cristianos y que pugnaba por crecer. Estaba situado este cenobio en la actual manzana formada por las calles Arenal, Hileras, y San Martín. La iglesia se ubicaba en lo que hoy es parte de la plaza de San Martín.
El legado de San Martín
Así las cosas, las primeras noticias de ésta abadía son del año 1126, cuando el 13 de julio el rey Alfonso VII le concede la repoblación del arrabal de San Martín, el vicus Sancti Martini, conforme al fuero de éste convento y el de Sahagún. La jurisdicción de este vicus recaía en el prior de San Martín. La abadía, por aquel tiempo, era dependiente de la de Santo Domingo de Silos, y se independizó en el año 1600, si bien Santo Domingo mantuvo algunos privilegios. Ese mismo año la iglesia fue remodelada por Gaspar Ordóñez.
En los cambios y bailes de la historia, uno de los momentos clave -y negativos- para este complejo llegó durante la invasión francesa. Tras los desmanes de las tropas de Napoleón, la iglesia fue demolida y su solar se destinó a la ampliación de la plaza de San Martín. En cuanto al convento, fue suprimido por la desamortización de Mendizábal, destructor de buena parte del patrimonio eclesiástico español, y se empleó para diferentes usos, hasta su definitiva desaparición en 1868.
El crecimiento de la parroquia
La iglesia del convento estaba situada en lo que hoy es parte de la plaza de San Martín (anexa a la plaza de las Descalzas y concretamente en el edificio de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid), justo en frente al convento de las Descalzas Reales. La parroquia fue creciendo en población, de tal manera que a comienzos del siglo XVII el arrabal ya poseía unas cien calles y unas dos mil quinientas casas. Se construyó anexa la iglesia de San Plácido que fue inaugurada el 28 de septiembre de 1619. Posteriormente, cosa del incremento de la grey católica, llegaron las Iglesias de San Ildefonso y de San Marcos, edificadas en 1627 y 1633 respectivamente. Ambos templos estaban regidos por monjes benedictinos que proporcionaban servicio religioso al monasterio. La parroquia de San Ildefonso fue destruida por los planes urbanísticos de José Bonaparte. La de San Marcos comenzó siendo una modesta ermita que fue planteada posteriormente por Ventura Rodríguez.
La degradación y la desaparición
Al igual que tantas otras cosas en España, a comienzos del siglo XIX, la degradación se impuso. Así el valioso archivo de la biblioteca se había perdido y el monasterio se encontraba en un pésimo estado y acabó desapareciendo. Un dato curioso y dulce es que el empresario Matías Lacasa crea Viena Capellanes en sus inmediaciones. Poco más ha sobrevivido en este entorno, pues sólo queda el recuerdo del monasterio por el nombre de la calle de San Martín.
La transformación del espacio
Atrás la historia perdida, desde finales del siglo XV, de San Martín, uno de los primeros edificios relevantes del nuevo Madrid cristiano, que fue poderoso tanto en población como en recursos. Un lugar que hoy está ocupado, además de por un hotel de lujo, por lo que resta del Monte de Piedad y la conocida como Casa de las Alhajas, reconvertida en sala de exposiciones. La transformación del espacio es un reflejo de la evolución de la ciudad y su constante cambio a lo largo de los siglos. La historia del convento de San Martín nos recuerda la importancia de preservar y valorar nuestro patrimonio cultural, incluso cuando las circunstancias nos obligan a adaptarnos y transformar los espacios para nuevos usos.
En conclusión, el convento de San Martín es un ejemplo de la rica historia de Madrid y de cómo los edificios y espacios pueden cambiar y adaptarse a lo largo del tiempo. Su legado perdura en la memoria de la ciudad y nos invita a reflexionar sobre la importancia de conservar y proteger nuestro patrimonio cultural para las generaciones futuras.