En uno de los aeropuertos más transitados de Europa, donde cada año pasan 60 millones de personas aproximadamente, hay quienes no están de paso. Son los que han convertido las terminales en su refugio nocturno, lejos de las calles y del peligro que estas representan para quien no tiene hogar. Paco, un vecino de Parla, se ha erigido estos días en portavoz improvisado de varios compañeros que comparten con él el suelo de la Terminal 4 de Madrid-Barajas. Con una sonrisa que no oculta la dureza de su situación, este madrileño de mediana edad explica por qué los controles de AENA no sirven para nada: «¡No! Mira, les estamos demostrando en su cara que estamos aquí, que nos estamos riendo en su cara, la verdad, porque es lo que estamos haciendo, es reírnos de ellos».

Su historia desmonta muchos prejuicios. Paco no encaja en la imagen típica del indigente: tiene familia —se ve con su hermano casi todos los fines de semana—, recibe una pensión y hasta mantiene el contacto con su mujer e hijos, que viven en Ecuador. Pero esa pensión no le da para alquilar ni siquiera una habitación, y para comer depende de los comedores sociales de la capital. El trabajo en una fábrica se terminó cuando una incapacidad le impidió continuar. Desde entonces, el aeropuerto se ha convertido en su único refugio seguro para pasar las noches. «Mi hermano me apoya, pero no puedo quedarme con él», explica con naturalidad, como quien habla del tiempo.

Lo que más le molesta a Paco no es su situación personal, sino lo que considera una pantomima institucional. «Esto es una vergüenza», dice refiriéndose a los operativos desplegados por el gestor aeroportuario. «Lo único que hacen es entorpecer el movimiento de los pasajeros, que lo único que quieren es viajar. Si no, ¿para qué vendrían al aeropuerto?». Su argumento tiene lógica: las personas que duermen en las terminales entran antes de que empiecen los controles o acceden por otras vías, como las estaciones de Metro o Renfe que conectan con el recinto aeroportuario. «Nos estamos riendo de ellos», insiste, porque el operativo resulta inútil para su objetivo supuesto.